
Me gusta el sabor a media tarde, cuando sus tenues luces que le ponen nombre al atardecer, y el bullicio de la vida que se va poco a poco a cualquier parte, me gusta cuando se que no iré a ningún lugar a dar caminatas infértiles, porque hace mucho que entendí que uno solo se encuentra con algo en esas caminatas aquellos días que no lo desea, y otras simplemente no hace falta dar esas caminatas predecibles, basta, simplemente, con bajar las escaleras de tu casa, y sentir el rose de una garúa fuera de tiempo, y de intención.
Me gusta quedarme en la noche, hasta tarde, para ver si se me ocurre algo que escribir, y ponerlo, entonces aquí, o en cualquier otra parte. Lo único que busco al final es escribir un poco cada tarde, quizás para sentir que hago algo un tanto provechoso, o para convencerme que aun puedo hacer aquello que tanto me gusta, y peor aun, hacerlo de la manera que me gusta. O más honestamente para sentirme un poco mas parecido a un artista, que es como me gusta llamarme últimamente .
Es entonces, también, que termino recordando tantas cosas de las que me hacen falta en estos días de encierro. Tantas cosas que cobran un nuevo sentido dentro de mi imaginación somnolienta, propia de un casi noctámbulo como yo. Aunque sea precisamente yo, el que sepa mejor que nadie que pocas cosas pueden cambiar cuando el tiempo ha pasado, y tu te has acostumbrado a esos días en tu corazón. Son tan idénticos todos estos días de lluvioso verano que creo es por eso que ya no aparezco por aquí tan seguido, al final de cuentas creo que el hartazgo me gana, y es que se le ocurren a uno tan pocas cosas en un solo lugar, y con tanto tiempo.
Como decía, me gusta el sabor a media noche, donde todo por fin esta un poco tranquilo, y se tiene espacio para la magnitud de tus propias ideas. Me gusta el silencio y el rostro de alguien en mi mente, que me haga compañía en mis recuerdos, en mis deseos, aunque eso signifique que la mayoría de veces termine riéndome a solas (aunque nunca lo suficiente).
Me gusta cuando es un día cualquiera, porque quizás cualquier día termine diciendo tantas cosas, que aun es mejor no decir, porque tal vez cualquier día se me quiten las ganas de hacerlo, y en vez de eso solo termine dándoles un poco de tiempo, para que vayan creciendo, como los sueños, y al final se transformen en aquello que se dice en el momento correcto, de la forma correcta, y tal vez hasta a la persona correcta.
Y para terminar diré que detesto las mañanas con sus susurros de frió, y su fragilidad de viento, detesto abandonar mi cama, a pesar de que mis entrañas siguen pegadas al sueño.
Detesto tantas cosas que no vale la pena decirlas esta tarde, esta tarde solo vale la pena escribir estas líneas, porque después de mucho tiempo estoy solo, porque es una tarde de verano... y porque es hermoso ver como no debería estar cayendo esta garúa. Esta garúa indetenible de enero, sobre esta ciudad tan infantil e inevitable… como esta garúa de enero…
No hay comentarios:
Publicar un comentario