viernes, 15 de abril de 2011

Insomne...

Y entonces,de la nada aparece un hombre disfrazado de nocturnidad, bailando las melodías de media noche, y  contando con el sonido de sus pasos los sueños que ha ido dejando la mitad.

Y al otro lado una mujer extraña que baila en los faroles de esas calles infinitas, que este hombre sin nombre  conoce tan bien, con tanta nostalgia, como si las hubiera inventado el mismo mientras caminaba desnudo en su apartamento tan lejos de las luces de esta ciudad donde la noche cae una sola vez y para siempre.

En esta ciudad el mundo nunca termina de girar, en esta ciudad el mundo no ha aprendido a olvidar, y es entonces cuando se entiende como duele la ironía, que cala quebrando los huesos de estos hombres olvidados hasta por el azar.

La mujer de esta noche sigue bailando, esta mujer sorda sigue bailando a la mitad de una calle que nunca la ha escuchado ni por error. baila como si le fueran a quitar los pies y como si en el fondo comprendiera que eso seria lo mejor; tal vez así ya no tendría pretextos para no llorar.

Entonces de nuevo la mujer sorda y el hombre sin nombre se han vuelto a ver y se han parado uno frente a los ojos del otro, y de espaldas a esta calle y a esta ciudad de faroles torcidos hacia el olvido, y se han olvidado también de lo que no tienen, aunque sea por un instante y aunque no se vuelvan a ver tal vez jamas.
Hoy no importan los pretextos para darse un instante en la vida, y quitarle un ultimo suspiro a la muerte.

El hombre sin nombre escucha pero no puede ser llamado, la mujer sorda lo ama, aunque no pueda oír el sonido de su propio corazón desbocado. Y de nuevo la ironía de enamorarse en una calle sin amor...

El hombre, insomne, sin nombre le ha puesto por nombre Soledad esta mujer, a esta calle y a este amor que no pensó sentir al levantarse esa mañana  de hace tanto tiempo, y que sabe que no volverá a sentir ni cuando un día vuelva a  dormir para siempre en esta ciudad donde no ha aprendido amanecer.
 Entonces la mujer sorda rompe un rosario de vidrios y de alambre, y no oye tampoco el sonido de un deicidio... pero comprende  quel el cielo no es de un dios ... es del hombre y de su amor....

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